Si tomamos 1828 como el
primer paso de lo que luego sería Bahía Blanca con el emplazamiento
de la Fortaleza Protectora Argentina, la segunda fundación se da por
1885 con la llegada del ferrocarril y al mismo tiempo con el puerto
local. Enmarcado bajo los objetivos de los sectores dominantes,
nuestra ciudad fue una de las piezas clave del entramado agro
exportador. El abanico ferroviario que nos atraviesa, en una especie
de museo urbano luego de la desarticulación neoliberal, es un claro
ejemplo.
Siempre ha sido complejo
hablar de la identidad bahiense, una ciudad con puerto, pero no una
ciudad portuaria, una ciudad con universidades pero no una ciudad
universitaria, una ciudad con industrias pero no una ciudad
industrial. Generalmente la terminamos por definir en base a lo
negativo, por aquellos símbolos terribles que nos han marcado a lo
largo de nuestra historia, “la nueva provincia” termina siendo
una especie de “Roma” ya que todos los caminos conducen a ella.
Es innegable que estamos
ante una ciudad cruzada por fuertes intereses corporativos, que
tienen un gran poder al momento de definir la agenda pública de los
bahienses. El proyecto neoliberal implementado en los años 90 generó
cambios estructurales en todo el tejido social, desarticulando
mecanismos de resistencia (tarea que ya había arrancado la última
dictadura militar), achicando el Estado, destruyendo el entramado
industrial, extranjerizando nuestra economía.
Hoy el puerto de
Ingeniero White es un puerto transnacionalizado y privatizado, ajeno
a los intereses nacionales y al desarrollo de nuestra ciudad. El Polo
Petroquímico se erige impunemente en una ciudad con la tasa de
desocupación más alta del país y síntomas de precarización
laboral alarmantes.
Se dice popularmente que
Bahía le da la espalda al mar, muchas veces directamente pareciera
que el mar no existiera. Pero hay otra Bahía que toma conciencia de
su pasado, que habla en voz alta de sus genocidios, de sus
resistencias, de las luchas sindicales, de la Rambla de Arrieta, que
se opone al avance corporativo a través del proyecto del Dragado en
Cerri. Entre todos es posible que debatamos que ciudad queremos, cual
es el rol que debe jugare en esa otra bahía el puerto y el entramado
industrial que lo rodea.
La cultura del derrotismo
es muy fuerte y nuestra sociedad, en particular la bahiense, fue
inoculada de una pasividad que las nuevas generaciones tenemos la
obligación de modificar.
GRUPO 83