jueves, 17 de mayo de 2012

MILITANCIA - EDITORIAL - TXT


“la demagogia autoritaria presentó a los políticos como mentirosos que prometen cosas que jamás cumplirán, aunque largo fue el camino entre las promesas y las realizaciones; como mentirosos contumaces; como maestros en el arte del acomodo y la simulación; como buscadores frívolos del consenso fácil; como corruptos o cómplices de los corruptos; como agentes del caos; como agitadores superficiales. Los políticos son los caudillos, los caudillos son los punteros: hombres grises, para los apologistas del autoritarismo, hombres poco imaginativos, dúplices, casi nunca cultos, capaces de esterilizar las energías nacionales en debates inútiles y huecos. Los partidos, en esa lógica, fragmentan a una sociedad que de otra forma estaría unida: La Nación o los partidos, dice una consigna. Los políticos, además son presentados como débiles, irresolutos, vacilantes, divagadores, repetitivos. Habría, en fin, una tradición ideal que se hubiera mantenido si no hubieran reaparecido los políticos para poner fin con sus intrigas de comité, a los buenos tiempos”

De esta forma Enrique Pandolfi conceptualiza el pensamiento autoritario en una nota de 1983 bajo el sugerente título de “Los Antipolíticos” publicado en la revista Formación Política para la Democracia. La tarea desarrollada por la última dictadura cívico militar tuvo entre sus objetivos la desarticulación del tejido socio cultural de resistencia que se estructuraba fuertemente en nuestro país y que objetaba los privilegios de los sectores dominantes. Para tal tarea era necesario inocular miedo, asesinar 30.000 compañeros, desprestigiar la política y la militancia como herramientas imprescindibles para la transformación social.

Durante los años 90, el neoliberalismo encarnado en el PJ menemista,  terminó por colocar un manto de frivolidad y desprestigio general hacia la actividad política. Ante la “corrupción de los políticos”, los sectores neoconservadores empezaron a usar términos como “eficiencia” “gasto público” “gerencia”,  articulándose así una tecnocracia de raigambre económica que concibió al Estado bajo la diagramación de una empresa privada. La anti política sembraba una apatía y un desinterés generalizado en el pueblo argentino, encandilado por las luces de los mass medias.

Hoy estos sectores se encuentran revestidos marketineramente, con logos amarillos y globos de colores, bajo sonrisas publicitarias al estilo berlusconiano, y con  sus acciones pretenden frenar cualquier tipo de mejora en pos de una mayor democratización del poder político y de cualquier avance de igualitarismo social. No deben quedar dudas: las corporaciones no dejan pasar oportunidad alguna para colarse en la agenda pública intentando socavar el sistema democrático.

En este escenario la militancia juvenil debe articular los espacios críticos y de construcción  necesarios. El resurgimiento del compromiso de los jóvenes es producto de un cambio generacional, dentro de un sistema democrático que está por cumplir 30 años. La permanencia del Estado de derecho y la revalorización de la política han generado cambios culturales significativos que  conducen a una serie de conquistas que deben ser defendidas y profundizadas. Como dijimos anteriormente, muchos querrán asociar la militancia con el clientelismo político, ante estos ataques es necesario reforzar la coherencia y el compromiso ideológico de transformación más allá de las pertenencias e identidades partidarias que seguirán existiendo. El debate y el intercambio de ideas son bienvenidos.

GRUPO 83