miércoles, 25 de marzo de 2015

Jornada de Reflexión HCD #24M


Intervención de Raúl Andrés Gallardo (Grupo 83 Solidaridad + Igualdad) en las Jornadas de Reflexión convocadas por la presidencia del Honorable Concejo Deliberante de Bahía Blanca en el marco del Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia:

Hijo: ¿Qué es lo que querían los guerrilleros?

-
Padre: Como te dije, tomar el poder por las armas y establecer un gobierno marxista autoritario a la imagen de Cuba..

-Hijo
: ¿Y entonces?

-
Padre: Las Fuerzas Armadas, las Fuerzas de Seguridad y Policiales, en cruentos enfrentamientos a lo largo de varios años , terminaron derrotando militarmente a estos verdaderos ejércitos revolucionarios. Fue una guerra terrible, con miles de muertos y desaparecidos . Como en toda guerra, ambos contendientes vulneraron los derechos humanos tal como fueron concebidos en la Declaración Universal de 1948 .
-Hijo: ¡Pero papá, si militarmente ganaron las Fuerzas Armadas defendiendo las instituciones ! ¿Por qué ahora persiguen a sus miembros y no a los que fueron terroristas?

-
Padre: Mira hijo, esto es muy largo de explicar y lo dejaremos para otro día. Anda a dormir y a reponer fuerzas para mañana que debes estudiar para aprender y tener un mejor futuro que nuestra generación…”

Este diálogo ficcional entre padre e hijo lo leí hace un par de años, al poco tiempo que el gobierno de Néstor Kirchner decidió anular las leyes de impunidad que pesaban sobre todos los argentinos. Es el comienzo de una serie de entregas de historia argentina que circulaba vía mail entre un grupo de militares, fascículos que hoy pueden encontrarse en internet recopilados bajo el título “Nuestra Historia de los 70”.

Se preguntarán porque comenzar con esta referencia, y debemos dejar en claro que la Memoria es por sobre todo un espacio de disputa, un lugar de combate. Lejos de la comodidad de aquellos intelectuales que buscan cierta tranquilidad amparada en una especie de neutralidad valorativa, sostenemos que la Historia es una herramienta de intervención política ya que el pasado es un lugar de disputa alimentado desde el presente.

Y si hablamos de memoria, de verdad y de justicia no podemos menos que dejar en claro que nuestra Argentina fue parida por una Dictadura genocida, de carácter militar pero también civil y eclesiástica. Hubo un enfrentamiento resuelto a sangre y fuego por los detentores del poder, cuando vieron que sus intereses sociales y económicos eran duramente cuestionados. Para defender esos privilegios reprimieron, articularon una red de campos de concentración a lo largo y ancho del país, secuestraron, violaron, robaron bebés, cambiaron identidades. El partido militar fue nada más y nada menos que su fiel brazo ejecutor. Construyeron así una Argentina para pocos y se empeñaron en los años siguientes en consolidar esa victoria.

El historiador Federico Lorenz se pregunta:

Herederos del dolor y del silencio, acaso hayamos incorporado fortísimamente el deber de la memoria sin preguntarnos qué hacer con el recuerdo, la cual es una pregunta política. Como generación no hemos decidido qué hacer con el pasado más que preservarlo. Puede ser un noble fin, pensando en los nuevos, pero esta situación, muchas veces, puede también ser una forma que perpetúa la derrota. Qué hacer con el pasado es una pregunta política porque inscribe a los muertos en un relato de luchas, los homenajes en una serie de hitos identitarios de un movimiento, de una clase, de un pueblo. El trauma deja de ser trauma para pasar a ser herida profunda de un recorrido histórico. En una búsqueda”
Somos lo que elegimos recordar, somos lo que elegimos olvidar. Y esa generación aniquilada impugnaba fuertemente un orden establecido, un orden de privilegios, un orden de desigualdades. Impugnaban al capitalismo y ponían en el horizonte la construcción de una patria socialista.

Y si consideramos que nuestro accionar político directo es el Pago Chico, y que la memoria es un lugar de disputa, no podemos dejar de hacer referencia que dentro de unos días estaremos ante el 40° aniversario del asesinato de Watu, estudiante y militante universitario, que fue asesinado por los matones de la Triple A el 3 de abril 1975 en los pasillos de nuestra Universidad Nacional del Sur.

La referencia a Watu no es arbitraria. Nos sirve para sostener fuertemente que el accionar represivo de las fuerzas del terrorismo estatal comenzó su desarrollo en nuestro país mucho antes del 24 de Marzo de 1976, y si lo hizo fue de la mano de la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina (TRIPLE A), que solamente en nuestra ciudad asesinó a más de 40 vecinos a partir de septiembre de 1974. En Bahía Blanca su accionar de terror comenzó con el crimen del Negrito García, obrero de 18 años, militante del PRT y cuyo cuerpo apareció baleado en el paraje conocido como “El Pibe de Oro”.

Tenemos y debemos hablar de la Triple A, de su conformación, de sus crímenes, de su ideología, de su funcionamiento. Con su fascismo abonaron el miedo en la sociedad, buscaron por sobre todo domesticar a un pueblo y mucha de su mano de obre luego fue mano de obra de la dictadura de Videla, Massera y Agosti. Hay nombres propios en Bahía: Rodolfo Ponce, Jorge y Pablo Argibay, Roberto Sañudo, Raúl Aceituno, Juan Carlos Curzio, Miguel Angel y Héctor Oscar Chisú.

José Pablo Feinmman en el segundo tomo de “Peronismo: filosofía política de una persistencia argentina” hace una larga cronología de la violencia paraestatal
Las fuerzas salvajes las llama Horacio González. Bonasso, en su Diario de un clandestino, les da un nombre menos poético pero que juega entre el humor negro y el relato de terror. Los horribles, así les dice. Eran, primero, las patotas fascistas. Después, la Triple A. Esa tapa de El Caudillo. La que decía: “Quien le teme a la Triple A por algo será”, señalaba una culpabilidad. “Por algo será” quería decir “porque es un zurdo”. O “porque es un monto”. O uno de la Tendencia. O lo que sea. En suma, un enemigo. Un enemigo de Perón. Del peronismo y de la patria. Un comunista. Por eso le temían a la Triple A. Si fueran honestos ciudadanos, peronistas trabajadores o no peronistas que no jodían a nadie, podrían estar en paz. Temerle a la Triple A era denunciarse. O como un puerco comunacho. Un zurdo infiltrado. O un trosco con la camiseta peronista. Ese título –que sale después de la muerte de Perón– revelaba algo: había muchos que le temían a la Triple A.”

La Triple A, la Misión Ivanissevich, que nos legó en Bahía Blanca la intervención de Remus Tetu, y finalmente los cuatro decretos de aniquilamiento firmados a partir de febrero de 1975 terminaron siendo la antesala perfecta del 24 de Marzo. La muerte y el miedo son dos elementos de fuerte cariz domesticador de una sociedad, la operación que luego llevó acabo la Junta Militar fue de una atrocidad mucho mayor pero los elementos autoritarios que permitieron esa larga noche dictatorial ya convivían con nosotros. Me tomo la licencia de citar nuevamente a José Pablo Feinmman:

la muerte de la Triple A era la muerte vejatoria, la muerte más la tortura, la tortura sin fin, porque no era la “tortura de inteligencia”, la Triple A no buscaba información, torturaba por puro sadismo, torturaba innecesariamente, torturaba sólo para saciar la demencia cruel, el salvajismo de la patota. Porque estaba formada por torturadores. ¡Cuánto hiere y duele pensar a profesionales, a obreros honestos, sindicalistas puros, a chicas jóvenes, a pibes que se metieron en un sueño y no en la pesadilla que de pronto vivían, a políticos cristalinos, a idealistas de todo tipo, en manos de asesinos de la peor calaña, elegidos cuidadosamente por sus virtudes canallescas, porque sabían pegar, torturar, picanear, violar, humillar, porque eran expertos en las variadas, innumerables formas de la vejación! (...) Los cadáveres de las zanjas –si bien todavía no eran anónimos: sólo lo serían los desaparecidos, los que ya no estarían nunca– eran reclamados por sus familias. Sólo que, al ser tantos, empezaron a perder identidad. Un muerto terminó por ser apenas otro fiambre que encontraron en una zanja”

Lejos de ese miedo hoy estamos transitando los primeros 30 años de nuestra Democracia parida en 1983 de la mano de Raúl Alfonsín. Democracia que no fue tutelada por las Fuerzas Armadas, Democracia que escribió el Nunca Más, Democracia que conformó la CONADEP, Democracia que hizo el Juicio a las Juntas, Democracia que dijo NUNCA MAS, Democracia que se tuvo que bancar los alzamientos carapintadas, y porque no decirlo Democracia a la que se le apuntó y se le sacó por extorsión las leyes de Obediencia de Vida y Punto Final. Pero como la historia continúa, a pesar de aquellos que habían decretado su final y la muerte de las ideologías, hoy tenemos una Democracia que a partir del 2003 y con la voluntad del presidente Néstor Kirchner anuló las leyes de impunidad, una Democracia de la Memoria, la Verdad y la Justicia como políticas de Estado, una Democracia con juicios a los genocidas en todo el país, una Democracia que avanza trabajosamente en juzgar a los Massot, Blaquier, Mitre; una Democracia con nietos recuperados, pero también una Democracia sin Jorge Julio López.