“Durante
la década de 1990 se produjeron profundos cambios de la economía,
la sociedad y el Estado en Argentina. Eso ocurrió en el marco de
transformaciones no menos significativas que en el plano mundial se
venían desarrollando desde la década anterior. La apertura
unilateral de la economía, el ajuste fiscal, la retracción de los
mecanismos de regulación e intervención del Estado, la
privatización de las empresas de servicios públicos y la
convertibilidad peso – dólar fijaron un nuevo escenario para las
políticas públicas, redefinieron los interlocutores privilegiados
del Estado en el proceso de toma de decisiones y condicionaron
profundas transformaciones en la estructura socioeconómica del país.
El sector agropecuario no resultó ajeno a la intensidad y
orientación de los cambios estructurales que se produjeron”
Estas
son las primeras líneas del trabajo “El campo argentino:
crecimiento con exclusión” elaborado por el antropólogo Mario
Lattuada y el sociólogo Guillermo Neiman. No quedan dudas que el
llamado “campo” no se encontró ajeno a las modificaciones
políticas y económicas estructurales del neoliberalismo en nuestro
país. ¿Qué cambios se produjeron?, ¿qué intereses hay en danza?,
¿quienes fueron sus principales beneficiarios?, son algunos de los
interrogantes que nos llevan a encontrarnos con una nueva palabra:
SOJA.
Y
es que el oro verde prácticamente domina hoy la escena del sector
agropecuario, incluso de los análisis macroeconómicos que llevan a
colocar siempre los valores internacionales de este producto como una
de las principales variables a tener en cuenta.
Las
transformaciones de los años 90 condujeron a la desaparción de los
organismos y de las normativas agrarias con un activo rol estatal: se
aumentó la producción, se modernizó la tecnología y crecieron las
exportaciones pero de la mano de un proceso de alta concentración y
exclusión en la estructura social agraria, como se señala en el
citado trabajo.
Necesariamente
esta radiografía nos conduce a la problemática de la producción
sojera. Según se sabe en los últimos 15 años la producción de
granos experimentó un gran crecimiento producto del aumento de la
superficie sembrada y del incremento en los rendimientos. Argentina
hoy es el tercer mayor exportador mundial de soja, después de
Estados Unidos y Brasil. La proyección de la cosecha de soja
argentina, según la consultora estadounidense “Informa
Economics”, para el período 2012/13 es de 60 millones de
toneladas, mientras que Brasil se ubica en 80,5 millones. Al margen
de las proyecciones la cosecha argentina de soja se colocó en los
49,2 millones durante el año 2011.
Cabe
recordar que el consumo interno es mínimo. A partir de las últimas
décadas, y con mayor notoriedad luego de la crisis de la vaca loca,
se aumentó el consumo de las harinas como elemento esencial en la
elaboración de balanceados para la producción de carnes blancas y
rojas. Hoy la harina de soja es la materia prima esencial en la
industria de alimentos balanceados para la cria de ganado confinado.
A
los precios favorables se le sumó las dificultades de financiamiento
de muchos pequeños y medianos productores que terminaron migrando
sus producciones a la soja debido a que se requieren muchos menos
recursos. La soja corrió a otros granos, a la producción ganadera y
a los tambos. Ya en el 2005 en la provincia de Córdoba la actividad
ganadera había registrado una caída del 20%. La concentración de
la tierra, la expulsión de distintas comunidades de pueblos
originarios, los daños ambientales y megaproductores como “Los
Grobo” completan el alarmante panorama...
Grupo 83