“Es
una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola
nación con un solo vínculo que ligue sus partes entre sí y con el
todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una
religión, debería, por consiguiente, tener un solo Gobierno que
confederase los diferentes estados que hayan de formarse; mas no es
posible, porque climas remotos, situaciones diversas, intereses
opuestos, caracteres desemejantes, dividen a la América. ¡Qué
bello sería que el istmo de Panamá fuese para nosotros lo que el de
Corinto para los griegos! Ojalá que algún día tengamos la fortuna
de instalar allí un augusto congreso de los representantes de las
repúblicas, reinos e imperios a tratar y discutir sobre los altos
intereses de la paz y de la guerra, con las naciones de las otras
partes del mundo”
De
esta forma se refería Simón Bolivar al destino de los pueblos
americanos en su “Carta de Jamaica” escrita
en Kingston el 6 de septiembre de 1815, en la que el Libertador
analiza el presente de la América
Hispana a la luz del pasado e
indica las grandes líneas previsibles del porvenir.
Hoy, a 200 años del
inicio del proceso emancipador americano, vemos que Nuestra América
es transitada por vientos de cambio, bocanadas de esperanza que
recuperan lo mejor de nuestra tradición libertaria, hilvanando el
presente con un pasado de luchas y resistencias populares. También
es cierto que estos tiempos no están ausentes de contradicciones y
retrocesos, el golpe de Estado en Paraguay y el oscuro triunfo del
PRI en México son preocupantes señales.
El
proceso político de principios del Siglo XIX terminó en una
independencia frustrada para nuestros pueblos y con un continente
balcanizado. Luego las oligarquías se adueñaron de los destinos
nacionales, se abandonó el sueño de construcción de la Patria
Grande por el que habían luchado San Martín y Bolivar, y se
tejieron alianzas con el Imperio Británico. Así tenemos para fines
del siglo XIX “democracias restringidas”
o “dictaduras oligárquicas”
en un Estado conducido bajo el lema del “orden y el
progreso” por unas minorías
ilustradas de las que la Argentina del Orden Conservador, el Brasil
de la República Vieja y el México del Porfiriato serán sus
ejemplos sobresalientes.
Para estos años y
principios del Siglo XX nos encontramos con la irrupción del poder
de los Estados Unidos, lo que cambiará de forma definitiva nuestra
región, que pasará a ser concebida básicamente como el patio
trasero del gran imperio mundial. La hegemonía y el expansionismo
estadounidense marcarán la epoca. Pero gracias a la tozudez de los
pueblos tenemos el resurgir del americanismo, con una impronta anti
imperialista que buscará la concreción del viejo sueño de unidad y
en la figura de Manuel Ugarte un claro defensor de la unidad nacional
de América Latina. El sigo XX nos traerá luego la revolución
mexicana con Villa y Zapata, la reforma universitaria, el sandinismo
y esa gran revolución encabezada por Fidel y el Che. Hoy el
presente, bajo las enseñanzas de la revolución cubana, nos invita a
redoblar el esfuerzo en la batalla cultural por la construcción de
la Patria Grande y la concreción de su 2º Independencia.
GRUPO 83
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