“El día en que lo
iban a matar, Santiago Nasar se levantó 5:30 de la mañana para
esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que
atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y
por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió
por completo salpicado de cagada de pájaros”
Como en la clásica obra
de García Márquez el desenlace final no sorprendió a nadie.
Gustavo Bevilacqua desde hace mucho tiempo formaba parte de las filas
del Frente Renovador liderado por Sergio Massa. Entonces cabe
preguntarnos ¿cuál es la noticia? ¿qué novedad política implica
este re acomodamiento?
El larraburismo gobierna
nuestra ciudad desde ese golpe de palacio dado en el 2006, una ciudad
que ha tenido incontables escenas de realismo mágico. Se habla
incluso de “macondismo” como categoría de análisis
político y en Bahía Blanca por momentos sólo faltaría ver correr
un niño con cola de cerdo alrededor del monumento a Bernardino
Rivadavia.
En estos años Dámaso
Larraburu pasó de la categoría de lo innombrable, de una especie de
esencia oculta que debía mencionarse en voz baja para que nadie te
escuchara, a estar hoy día en la boca de todos los bahienses. Las
sombras siempre fueron sus tierras natales, desde ahí en su
naturaleza acomodaticia se tejió así mismo como gran articulador de
los distintos factores de poder real, esos a los que muchos llamamos
“corporaciones”.
El resultado de esa
burla a la ciudadanía está a la vista de todos: una ciudad quebrada
socialmente, con tasas de desocupación, pobreza e indigencia
alarmantes, niveles de concentración nunca vistos, negocios cuasi
pornográficos, impunidad y más impunidad.
En ese cuadro lo de
Gustavo Bevilacqua sólo es un dato más de color. Los daños
colaterales de esta estrategia y forma de construir poder los pagamos
todos los bahienses. Y las instituciones democráticas son las
primeras sacrificadas en el altar de los negocios. Un Intendente que
no fue elegido por la voluntad popular para dicho cargo, concejales
que pasan de un bloque a otro como si se tratara del cambio de su
ropa interior.
Al fin y al cabo
Bevilacqua sólo es la sombra de Dámaso Larraburu, un hombre gris
que únicamente espera las ordenes de su jefe.
La crisis sistémica de
los partidos políticos se percibe cotidianamente en nuestro pago
chico. Pero lo que no podemos hacer los bahienses es naturalizar
pasivamente estas prácticas, que son las que muchas veces terminan
por neutralizar las potencias que tenemos como ciudad. Es importante
reiterarlo, no podemos permitir que se siga sembrando en la
ciudadanía el descreimiento en la política. El larraburismo
articula un discurso anti político al presentarse como hombres de
“gestión” y
atenta así contra el mismo sistema democrático, en una
reconstrucción moderna del “no te metás”. Después de
todo la Democracia es su peor enemigo. A partir de ahora queda en
todos los vecinos, en la gente de a pie, terminar de articular una
real voluntad de cambio.
Dentro de poco, cuando
demos vuelta la página, los bahienses al recordar los años de
larraburismo en nuestra ciudad diremos como ese vecino Poncho Lanao
ante la muerte de Santiago Nasar “lo que nunca pude olvidar fue
el terrible olor a mierda”
Raúl Andrés Gallardo
G83 Solidaridad +
Igualdad
en Nuevo Encuentro