En 1970 Eduardo Galeano señalaba en su ya célebre “Las Venas Abiertas de América Latina” los patrones extractivos de la matriz económica que imperó en nuestro continente por más de 500 años. Sostenía que “esta dependencia, creciente, respecto a los suministros extranjeros, determina una identificación también creciente de los intereses de los capitalistas norteamericanos en América Latina con la seguridad nacional de los Estados Unidos. La estabilidad interior de la primer potencia del mundo aparece íntimamente ligada a las inversiones norteamericanas al sur del Río Bravo”.
En el tercer capítulo llamado “Las fuentes subterráneas del poder”, el intelectual uruguayo realiza un listado de los distintos golpes de estado que se sucedieron en Nuestra América y de las desestabilizaciones llevadas a cabo por los intereses imperiales relacionados con las riquezas que guarda nuestro subsuelo. Y se preocupa al darse cuenta que “la experiencia del oro perdido de Minas Gerais no ha servido como se ve para nada: Brasil continua despojándose gratis de sus fuentes naturales de desarrollo”. Los yacimientos de hierro del Valle de Paraopeba derribaron dos presidentes y no es casual que Estados Unidos en 1942 se haya comprometido a financiar con 300.000 millones de dólares para que el Brasil renovara el equipamiento militar y asumiera compromisos de suministrar hierro a la estratégica industria militar estadounidense.
Las historias de nuestros países hermanos como Perú y Bolivia no son ajenas a estos intereses, cabe destacar que las matanzas de mineros llevadas a cabo por las distintas dictaduras bolivianas conducían a la entrega de grandes yacimientos de plomo, plata y zinc. Y si hablamos de nuestro país como olvidar que el golpe a Hipólito Yrigoyen en 1930 tuvo olor a petróleo.
A su vez el cobre chileno fue determinante en la suerte del gobierno socialista de Salvador Allende. Chile contaba con una desproporcionada ayuda militar del Pentágono que fue cortada con la victoria de la Unidad Popular. Y en la Cuba revolucionaria, Ernesto “Che” Guevara señalaba en 1964 que el enojo norteamericano hacia la Revolución Cubana no pasaba solamente por los intereses azucareros, sino que estaban en el medio los grandes yacimientos de níquel y de manganeso.
¿Qué VALE la vida latinoamericana para estas grandes empresas multinacionales? Galeano ya se realizaba una pregunta similar en los años setenta: “¿Qué significa para los consumidores de conservas o los manipuladores de la bolsa la dura vida del minero en Bolivia? Según los datos de la FAO el ciudadano medio de los Estados Unidos, consume 5 veces más carne y leche y 20 veces más huevos que un habitante de Bolivia. Y los mineros están muy por debajo del bajo promedio nacional. En el cementerio de Catavi, donde los ciegos rezan por los muertos a cambio de una moneda, duele encontrar, entre las lapidas oscuras de los adultos, una innumerable cantidad de cruces blancas sobre las tumbas pequeñas. De cada dos niños nacidos en las minas, uno muere poco tiempo después de abrir los ojos. El otro, el que sobrevive, será seguramente minero cuando crezca. Y antes de llegar a los 35 años, ya no tendrá pulmones.”
Como juventudes políticas señalamos que el proyecto VALE en nuestra ciudad es sólo un eslabón de una gran cadena productiva, que nos tiene a los argentinos ocupando un rol periférico dentro de una división internacional del trabajo ya fijada hace muchos años. Solamente terminamos exportando minerales en bruto.
Cada vez es más evidente, que los grandes imperios representados por mega empresas internacionales, contaminan el agua, la tierra y el aire. Irrumpen con toda la fuerza de su poder, consiguiendo todo recurso natural que se atraviese en su camino. De forma inmediata afectan a pequeñas comunidades y su gran víctima es el planeta entero.
Uno de estos actores es la empresa VALE. Estamos hablando de la mayor productora y exportadora de hierro del mundo y, que según un informe de Ana Leyton, ha incursionado últimamente “en el negocio del potasio y los fosfatos, materias primas para la elaboración de fertilizantes”.
En Bahía Blanca VALE viene a fortalecer un cinturón de negocios corporativos que encierran nuestra ciudad y dan por tierra cualquier posibilidad de toma de decisión soberana y autodeterminada por la comunidad. Nuestra generación, entendida como militancia de recambio transversal, no puede concebir una ciudad en donde sus decisiones estratégicas sean tomadas en las casas matrices de estas multinacionales.
Esta realidad se nos presenta a los jóvenes de manera cruda al ver como estos mega proyectos eligen nuestro puerto como zona industrial y de exportación configurando con su acción continua el semblante de nuestro subdesarrollo.
La instalación de VALE y el argumento municipal de bregar por los intereses comunitarios y encontrar en Cerri una “solución”, lleva a un planteo falso porque se trata en realidad de cerrar un gran negocio en donde esta misma dirigencia se vea beneficiada con las migajas otorgadas.
Debe quedar en claro para todos los bahienses que no existen diferencias entre los vagones cargados de potasio que los bahienses veremos transitar por las vías de nuestra ciudad con los cargamentos de plata que salían del Potosí colonial. El saqueo y la rapiña que posibilitó la conformación del sistema capitalista y su acumulación originaria; conformados a partir de 1492 con la colonización en el territorio Americano continúa su vigencia en nuestros días cambiando únicamente de amo. Parafraseando a Mariano Moreno hemos mudado de tiranos, sin destruir la tiranía.
Tenemos que realizar el esfuerzo civilizatorio necesario para cambiar el paradigma reinante. El profesor y licenciado en económica política Antonio Brailovsky sostiene que “No es cierto que los hombres destruyan siempre la naturaleza como afirma un ecologismo simplista, lo que hacen es transformarla. En todo cambio hay algunos fenómenos de construcción y otros de destrucción: algunos grupos humanos están hoy destruyendo la selva amazónica, pero también hay otros que están haciendo florecer los desiertos, lo que significa en muchos casos ampliar la biomasa y aún la biodiversidad presente en esos ecosistemas. Las dos actitudes representan la acción humana sobre la naturaleza”. Deberíamos preguntarnos como sociedad que camino pensamos transitar.
Y no faltan datos para decidir que senda tomar. Un camino conduce al:
-Uso de un metro cúbico por segundo de agua del río Colorado en el proceso minero. Lo que implica que arruinarán por día 86.400.000 litros de agua y al mes 2.592.000.000 litros de agua arruinada. En un año 31.104.000.000 de litros de agua del río Colorado perdidos. Los bahienses sabemos bien el valor del agua.
- Consumo de gas mayor al de la totalidad de la provincia de Mendoza
-Creación de 386 empleos en Mendoza, cuando con la misma energía la industria mendocina da trabajo a 16.100 obreros
-Ínfimos ingresos para el Estado y los trabajadores por un lado y ganancias desorbitantes para VALE
- Residuos de sal de 210 hectáreas (cloruro de sodios que es un contaminante conservativo) y de 50 mts de altura que quedarían por siempre.
- Posible contaminación del Río Colorado producto de estos residuos. Río que se utiliza para riego y consumo humano en La Pampa, Río Negro y Buenos Aires.
Estos datos provienen de la Asociación Ambientalista Alihuen. Semanas atrás estuvimos con el fiscal Gómez en la Universidad Nacional del Sur para que la casa de altos estudios no acepte los fondos provenientes del YMAD. Hoy estamos dando un debate similar.
Como sujetos históricos miramos el pasado desde nuestra propia temporalidad, y en muchas oportunidades encontramos postales que se repiten cotidianamente entre nosotros:
“La Villa imperial del Potosí en 1660 contaba con 160.000 habitantes igual que Londres y más que Sevilla, Madrid, Roma o Paris. La plata lleno la ciudad de riquezas y ostentación. Se construyeron numerosas iglesias y en 1658 una procesión recorrió las calles empedradas especialmente con lingotes de plata. Si hablamos de Potosí es porque esta ciudad sintetiza una serie de problemas ambientales característicos de la época, pero además preanuncia los de la nuestra: urbanización desordenada, contaminación del aire, del agua y del suelo”.